Dos Décadas y un Lustro es un compendio de sketches o actos, donde se exponen distintas situaciones cotidianas y las dificultades que vienen transitando hace años los bailarines y otros trabajadores del ballet, mientras ensayan o hacen funciones.
-La obra se enmarca en el aniversario de los veinticinco años de la creación de este (mutado) elenco-.

La mirada de los actores impacta vigorosamente en el espíritu de los espectadores cada vez que actúan un error o cuando cuestionan al director de baile, que se manifiesta mediante su voz en off, reprendiéndolos o proporcionándoles indicaciones a los gritos. Existe una tensión muy especial en esos momentos donde el público, bien atento, responde con carcajadas o aplausos y devuelve esa dosis de energía al actor. A su vez, la conexión visual entre los mismos actores, emplaza un espacio de complicidad entre todas las partes involucradas en el hecho teatral. Estar allí presente nos remite a la naturaleza del teatro y a su plena conexión físico-espiritual, fluida, dinámica y genuina con el público.
Los recursos y las estrategias utilizadas aseguran la gracia en el espectador; para esto, los personajes se accidentan, recurren a las repeticiones gradualmente, y, sobre todo, a una permanente y sutil exageración, mientras que no cesan de enseñar su ingente virtuosismo, tanto en la disciplina actoral, como en la danza. Esa demostración es una de las maneras que eligen para dar cuenta de la estimación que tienen sobre el ballet clásico.
Por otro lado, resulta sumamente atractiva la elección de cuerpos disidentes del estereotipo normativo del ballet. Aquí, los actores son bailarinas mujeres, pero también hombres vestidos de mujeres, que poseen un porte robusto y no resultan tan delgados ni etéreos -como rezan los principios del ballet clásico-. Hacen movimientos toscos, torpes y por momentos se sublevan mezclando géneros de baile. Se resisten a lo antinatural de la liviandad y lo etéreo, provocando caídas bruscas y desencuentros con sus partenaires. Además, el excesivo maquillaje y el vestuario recargado exacerban el carácter intencionalmente grotesco de los bailarines y su espectáculo.
La puesta de Dos Décadas y un Lustro cuestiona la acción razonada y la impronta matemática de la danza, poniendo especial foco en el estilo apolíneo del ballet, interpelando permanentemente al espectador, preguntándose, al mismo tiempo, sobre la cosificación del bailarín, que pierde su carácter humano en sus esfuerzos por lograr mantener la rigidez que caracteriza a esta danza. En este sentido, dado que la obra está dirigida tanto a trabajadores del ballet, como al público en general, el subtexto resulta ser enriquecedor y de una solidez extraordinaria.
Dos Décadas y un Lustro es una puesta para ser feliz, por lo menos, mientras dura la función. El virtuoso elenco nos hace reír constantemente y la Dirección nos seduce mediante su inteligencia, haciendo humor desde un lugar respetuoso, sin perder noción de la belleza del ballet y del arduo trabajo de todos los involucrados en esta danza.
Ficha técnica
Ballet con humor, Compañía Cómica
Dirección General: Adrián Dellabora
Asistencia de Dirección y Coreográfica: Angel Gómez y Marcelo Torus
Producción: Gustavo Cusnier
Fotografía: Carlos Villamayor
Sastrería: Jorge Tirigall, María Fernanda Sanchez, Andrés Barrios y Mara Ombrao.
Ornella Marando
