Esta obra Damas Bravas, dirigida por Alfredo Allende, con la asistencia general de Facundo La Fuente y la producción de Síndrome de Eureka, vuelve a los teatros para provocarnos risas y recordarnos el valor de la patria y la libertad.
Con las actrices Mirna Cabrera, Julia Nardozza, Flor Orce, Florencia Patiño y Florencia Pineda, Damas Bravas nos narra la historia de un grupo de mujeres que debe coser la bandera nacional a pedido del General San Martín en Noche Buena. Una pieza teatral que mezcla chistes, música y baile con una fuerte crítica al racismo imperante de la época.

Un sillón antiguo, un piano, una mesita pequeña, velas encendidas, una vasija y unos vasos son todo lo que Clara Hecker y Gerardo Porión necesitaron para darnos una buena escenografía. El vestuario es otra de las grandes maravillas que nos regalan, las ropas medievales, pero con rasgos del estilo propio de las películas de Tim Burton, son sumamente originales. Se puede decir que Clara Hecker y Gerardo Porión no temieron arriesgarse al mostrarnos algo diferente.
Otra colaboradora de este estilo excéntrico es Romina Tischelman, diseñadora de maquillaje, quien nos presenta maquillajes estrambóticos que representan bien el genio y la condición de cada personaje.
El espectáculo cuenta con los arreglos musicales de Julia Nardozza (quien también interpreta a la Madre Juana), Candelaria Quiñones y Federico Patiño. Además de Gabi Goldberg con su puesta coreográfica. Debo admitir que no disfruto de los musicales. Sin embargo, esta representación posee pocas escenas de ese género y en ningún momento se hacen tediosas o innecesarias. Las cinco actrices demuestran sus dones melódicos, siendo la principal Julia Nardozza, quien queda a cargo del piano y la música en vivo.
Las actuaciones son visibles gracias al diseño de luces de Gustavo Lista quien usa luces violetas, rosas, amarillas, verdes y azules para relatarnos esta historia.
Una comedia que apenas comienza, nos hace reír, que no teme romper la cuarta pared en los momentos necesarios y que nos recuerda la importancia del respeto por los pueblos originarios, así como los valores con los que se construyó nuestra nación.
Damas Bravas cuenta con monólogos emotivos que llegan al alma y que nos rememora de donde provenimos como latinoamericanos. Una narración que nos permite conocer a estas ingeniosas intérpretes que no dudan en fingir otros acentos, como Julia Nardozza con su acento español; Flor Once, con el chileno; y Mirna Cabrera, con el mapuche.
Los gestos y la actuación logra su cometido de hacernos reír. Todas sobresalen por su talento.
Por último, quiero agregar que el plot twist final no solo me asombró, sino también me fascinó. Un cierre al relato que resulta tanto astuto como emotivo. Sin duda recomiendo esta obra que conmueve al mismo tiempo que divierte. Sesenta y cinco minutos que valen la pena.
No obstante, debo aclarar que esta representación cuenta con muchos chistes sexuales y malas palabras, por lo que no la aconsejo para niños.
Belén Cantorna
