Un domingo es una exploración de circo que narra la historia de una familia donde un patriarca caído procura seguir al mando de su hogar. El conflicto surge cuando un extraño aparece en casa para visitar a la hija, con quien, pretende tener algún tipo de relación. A partir de esta premisa todo se vuelve una excusa para mezclar narración, cuerpo y manejo de objetos en un mismo espacio. En la obra actúan Gabi Parigi, Blas Nielsen, Sofia Galliano, Juan Fernández, Tato Villanueva y Flor Valeri. El equipo está bajo la dirección de Florent Bergal.

La puesta nos propone una atmósfera misteriosa donde juega un papel importante cada elemento, su ubicación y su rareza: un telón rojo de fondo; arriba, una alacena en la parte izquierda donde están suspendidos decorados de mesa y demás elementos de cocina; abajo, una gran mesa rectangular en el centro con vajilla de metal, una silla en el extremo derecho y sobre esta una lámpara colgante. Todo nos sugiere un mundo con toque victoriano y cercano a una especie de gótico donde la presencia de una mujer vestida totalmente de blanco y a la espera de algo o de alguien, contrasta con todo el decorado.
La obra se divide en una secuencia de cuadros unidos por una misma consigna: un desconocido dentro de casa. Gracias a esta provocación, cada actor y actriz logra generar una microhistoria desde la danza, la acrobacia, el manejo de objetos y la comedia. Es así como la obra adquiere un valor significativo porque al ser parte de una puesta circense, rompe con el estigma del teatro discursivo donde los personajes se apropian de la palabra como único método de acción escénica. Aquí trasciende el cuerpo y busca comunicar desde el movimiento y desde la luz (Ricardo Sica).
Cada personaje se construye desde la destreza del performer: Parigi usa sus habilidades para llevar a su personaje a la histeria corporal, probando una secuencia de movimientos que exteriorizan su desequilibrio interior, su rabia callada. La actriz propone, además, un leitmotiv basado en la voz que logra contrastar muy bien en ciertos momentos del espectáculo. Nielsen procura trabajar desde un registro más bajo, donde su cuerpo está tensionado la mayor parte del tiempo para construir el mundo de un hombre tímido, temeroso, con un rostro neutro frente a diferentes sucesos, un personaje cercano al mundo de Tim Burton. Galliano, acróbata aérea, propone una mujer elevada, sutil, sus movimientos logran recrear la fragilidad de una joven encerrada y al mando de un padre tan autoritario como patético. Fernández gracias a la precisión en cada una de sus apariciones, logra compenetrarse con cada objeto que maneja, inclusive cuando inicia con una parada de cabeza, su centro logra equilibrio y manejo; esto también se ve reflejado en los gags que propone, las reacciones a ciertos momentos, dando credibilidad y humor al mismo tiempo. Villanueva ejerce el rol del patriarca en decadencia, es el encargado de situarnos con la narración en algunos cuadros. Y Valeri es el cuerpo danzante y rebelde que prefiere vivir en amargura conformándose con la incomodidad del hogar.
El trabajo a partir de premisas, muy al estilo de la Comedia del Arte, permiten al elenco aprovechar sus cuerpos en pro del espectáculo. Los diálogos y juegos, productos de la improvisación entre ensayo y ensayo, son evidentes en el resultado. Sin embargo, algunos de estas marcaciones pueden percibirse como mecánicos ya sea por la repetición o por la falta de precisión. Es así como ciertos movimientos terminan siendo sucios, entorpeciendo la calidad del producto artístico. Una pelota que se cae en pleno malabarismo, espadas que no son recibidas a tiempo, una copa en el suelo durante más de media hora, trozos de manzana, agua en el tablado; absolutamente todo lo que está en escenario comunica y, por desgracia, cuando no se logra resolver, acomodar, precisar, termina restando calidad. Esto en cuanto al cuidado y uso de los objetos que, en esta obra, no son simple utilería, son compañeros de escena.
Sobre la dramaturgia
Si bien la obra surge desde el movimiento y es allí desde donde aparece la historia, la cual, suponemos, abarca todo un proceso de creación e improvisación, estaría bueno preguntarse cómo la dramaturgia atraviesa toda la pieza para potenciar en mayor medida el producto artístico. Replantearse cada objetivo de personaje y definir quién o cuándo habla, qué dice y para qué lo hace. Esto sobre todo pensando en el susurro o cuchicheo en algunos cuadros donde, no se sabe si es una especie de pantomima o si es una propuesta, lo cual, también podría explorarse más a modo de gag, por ejemplo. El mundo propuesto da para sacarle el mayor provecho a la ficción, al juego de contraste, e inclusive, al guiño con la cumbia argentina que hacen. Lastimosamente, este mundo empieza a decaer en la voz del padre de familia cuando pone en evidencia la idea de teatro o cuando, a modo de sátira, desprecia el trabajo del artista callejero, mostrando la falta de hilo conductor en lo referido a la dramaturgia del espectáculo. Este tipo de resolución, cuando no se emplea de manera ingeniosa, termina leyéndose como una salida fácil, como aquellos cuentos de escritores primíparos donde sus personajes despiertan de algún sueño y ya. Es entonces, cuando sus dragones internos terminan devorándolos del todo, parafraseando a Úrsula K. Le Guin.
Un domingo se presenta los últimos tres fines de semana, los sábados a las 22:30hrs y los domingos a las 19hs en el Galpón de Guevara.
M. Andrea Soto
