Como Dios manda es una película de Paz Jiménez protagonizada por Leo Harlem. Esta comedia que se estrena en cines el 2 de junio nos da esperanza sobre la trasmutación social, no sé si a algo mejor pero seguro, más humano.

Estamos ante una película sencilla, familiar, una película que puedes ir previendo el desarrollo y emocionarte ante la perspectiva de que está ocurriendo de manera real.
Al frente de esta cinta tenemos a Leo Harlem quien tiene la valentía de poner sobre sus hombros el peso absoluto de la trama.
Leo se pone en la piel de Andrés Cuadrado, un trabajador del ministerio de Hacienda, trabajador, correcto, puntual, meticuloso, serio, aunque el mejor adjetivo para describir a Andrés es sin duda; tradicional. Vamos, que está «chapado a la antigua», o así lo calificaría uno de esos modernos a los que tanto teme. Andrés vive una vida planificada al detalle en la que parece un delito capital salir de la línea de puntos.
Tras sacar los pies del tiesto, Andrés es trasladado al ministerio de igualdad, donde no estiende qué tipo de igualdad se busca, ya que él es el elefante en la cacharrería.
Salir del encorsetamiento que sufre Andrés hace que aparezcan distintos elementos en la película como el color, el cual nos presagia novedades en la vida de nuestro protagonista.
Andrés es colocado en un ecosistema demasiado ecléctico para lo que es su gusto y del que no tiene reparo en despotricar calificándolos como «la fauna que creaste el séptimo día» durante una súplica al altísimo y a la desesperada.
La amabilidad, la paciencia, el acompañamiento está representado en la película por los personajes secundarios que, muy a mi pesar, carecen de historias propias. Todo lo que les ocurre a los personajes secundarios son situaciones para que Andrés evolucione, opine, cambie, en definitiva para que se vaya despojando de ese traje de autocontrol que tan a medida se ha ido construyendo durante largo tiempo.
Por tanto, los secundarios quedan reducidos a simples comparsas de apoyo narrativo y es una pena ya que es un recurso desaprovechado.
En cuanto a su desenlace sólo desvelaré que Andrés es un hombre como Dios manda, sí, pero del siglo XXI.
En conclusión: es una película directa, con claro trasfondo que no te hará pensar mucho pero si te hará sonreír ante la perspectiva de mejorar como sociedad.
Lo mejor: que la vida siempre es mejor con unicornios con bigotes azules.
Lo peor: ese aire rancio de España profunda que arrastra Andrés durante la primera parte de la película.
Almudena Alonso
