Decido salir sin celular a la calle. No, esta vez no es por miedo, como solía hacerlo en mi país, es más una decisión de desconexión. Caminar las calles sin el impulso de ver la hora para perderme entre las letras IG o FB. Sí, las letras TK no hacen parte de mi generación, estoy pasando de moda. Camino rumbo a una obra de teatro. Subo a la línea H del subte y veo rostros-pantallas. Allí donde tendría que haber ojos, solo hay reflejos. De pequeña mi abuela me decía “se te van a quedar los ojos cuadrados” y yo apagaba el televisor con miedo. De nada sirvió, desde los seis años uso lentes. Dedico esta anécdota a la casualidad de las cosas, parece una especie de paradoja donde, sin quererlo, algún tipo de algoritmo predijo todo para que fuera a ver Arteria: la revancha.
Esta obra es una apuesta tecnológica que usa el medio como recurso para cuestionarlo. Pantallas, luces LED, cintas, trajes neutros, brillantina gris, proyector y mezclas sonoras: una especie de tecno que se repite constantemente para marcar el ritmo de la pieza. Lo que parece un mundo distópico integrado por dos seres (Sol Vázquez y Camila Esmok) termina siendo una serie de pruebas en la red. Una gran analogía del humano tecnológico donde una pantalla tiene el poder de decisión sobre un individuo. A medida que las pruebas van evolucionando el riesgo de error es mayor.
Vázquez y Esmok le apuestan a la cultura digital. Entre danza, desplazamientos, encuadres de cámara y delimitación del espacio crean un mundo reducido a la pantalla. La obra comienza con dos seres entrando a un espacio el cual delimitan con una cinta. “Sigue el camino”, sugiere la pantalla. El movimiento se produce solo cuando la música está presente y cuando un interlocutor omnipresente les ordene moverse o detenerse. El ritmo monótono del inicio es la antesala al caos, donde lo binario entregado al scroll de cada prueba, termina generando irrupción y falla en el funcionamiento. La dupla artística logra compenetrarse al estimular lo sonoro (Esmok) con la partitura física (Vázquez), la sonoridad permite la extensión del cuerpo sobre un no-espacio. La réplica entre movimiento, lugar habitado, pantalla y orden, llega al clímax con el sonido de una guitarra eléctrica. Las ondas sonoras del instrumento evocan la rebelión del punk contrastando la ligereza del cuerpo en la electrónica.
Esta performance permite cuestionarse los medios de comunicación más allá que del uso de la tecnología. Los trends, bailes, voces de lucha, paneos de cámara ¿son en realidad una construcción propia? ¿Cómo incide en nuestra cotidianidad lo viral? La descarga de dopamina que genera un algo nuevo efímero, el eterno scroll que nos impide relacionarnos entre seres humanos. Pareciera que, “por decisión propia”, nuestras relaciones humanas estuvieran determinadas por un clic, un corazón y un bloqueo. Estamos rodeados de personas-pantalla que son capaces de darlo todo por corazones, por visualizaciones -17 en total-. Las relaciones humanas van quedando en una especie de fast fashion donde al mover un dedo puedo o no volverlo objeto de consumo.
El diseño de luces a cargo de Javier Rodríguez apoya la estructura cíclica, donde las luces LED hacen parte de la dramaturgia, no en vano la orden en la pantalla es “luces de recital” e inmediatamente quedan encendidas las luces blancas sobre el ser que va a cantar. La propuesta de un personaje ausente/presente como lo es la pantalla, permite darle una dinámica interesante a todo el producto artístico, pues, al tener que leer cada orden, el público se vuelve activo. Entiende la orden y espera su próxima ejecución. Es otra forma de cuestionar si, en este juego del Gran Hermano Digital, somos cómplices o testigos. O simplemente hacemos parte de esos mismos seres que esperan obedecer. Regresar a sus casas en una línea del subte con el afán de revisar en sus celulares la ruta del mapa a seguir.
Arteria: la revancha es una obra multimedial que se presentó los domingos de octubre en el Teatro Área 623, ubicado en Pasco 623.
M. Andrea Soto
