“En ese papelito que está debajo de sus sillas ustedes van a poner si soy o no culpable de los cargos que se me imputaron en el pasado. Ustedes van a ser los jueces”. Es una de las frases que dice Marcos Hourmann -autor/actor- antes de retirarse cinco minutos del escenario para escuchar la deliberación del público sobre el caso de una eutanasia asistida en el año 2005 en España. Hecho por el que fue acusado de homicidio y encarcelado durante un año en prisión.

Celebraré mi muerte va más allá de ser una obra de teatro en formato documental y testimonial. Trasciende en tanto que el tema, la historia y la técnica, nos llevan a reflexionar sobre el papel de la eutanasia y el derecho a la muerte digna. Hourmann junto con Víctor Morilla y Alberto San Juan -directores y coautores- nos proponen una obra hecha de recuerdos, de versiones y de un trabajo dramatúrgico y audiovisual que atraviesa la muerte literal y figurada de un ser humano.
Sobre la técnica
Una pantalla en el escenario, tres sillas a lado y lado con un papel y un lápiz debajo y, finalmente, otra silla en el centro para el actante de la pieza, estos son los recursos empleados en la puesta para apoyar la narrativa testimonial con imágenes, vídeos y diálogo entre actante y público. De esta manera se logra encontrar un ambiente intimo donde nos adentramos en la historia de Hourmann. Los vídeos, la fotografía y la dirección de arte están bien construidos: los colores de cada escena y locación contrastan con la narrativa oral, los blancos y negros evocan el pasado, el juicio nos hacen parte del momento donde se decretaba si era o no culpable, el tango resalta su vínculo de sangre con Argentina, los paisajes de Londres y las calles de Barcelona nos transportan a una Europa con juicios morales sobre la vida y la muerte. Todos estos materiales buscan resarcir el daño que implicó aceptar ser catalogado como culpable de aplicar 50 mg de cloruro de potasio a una paciente de 80 años en un estado terminal de salud.
Durante una hora somos espectadores, críticos y testigos de un caso que -para muchos puede ser justo y para otros injusto-, toca fibras sensibles al tratarse sobre la vida de una persona desahuciada o sobre la vida misma.
Cuando la muerte vale más que la vida
Hourmann nos plantea un tema de reflexión al ser el implicado directo de un crimen-según la justicia y el hospital español donde trabajaba en el 2005-, ¿qué vale más la vida de una persona con cuidados paliativos extremos o la muerte digna? En el momento del juicio la familia de la mujer de 80 años no presentó ningún tipo de cargo por homicidio, ya que, los familiares estaban de acuerdo con la suministración de los 50mg de cloruro de potasio. Al parecer, el error del médico radicó en firmar un acta dónde se probaba que, efectivamente, él había suministrado el compuesto.
El tema jurídico radicó más en el hecho que en la misma conservación de la vida de la mujer. Y la conservación de la vida frente a la muerte digna es el hilo conductor entre la historia del “crimen” y la historia de vida del padre del mismo autor. La obra, en esta instancia, también se vuelve una despedida al padre de Hourmann, quién, fallece dos años después de la muerte de su esposa. Sin embargo, la forma en que muere el padre del médico será lenta y devastadora, una vida paliativa llena de ausencia y dolor. La vida terminó volviéndose un infierno para padre y para hijo. Podríamos asegurar que la muerte representó para Hourmann un giro de 180º al momento de ser sentenciado y al momento de ver morir lentamente a su progenitor.
El final de la obra se centra en una proyección de un vídeo del autor con la silla de ruedas que usaba su padre. El actante recorre un lugar vacío llevando la silla hasta poder despedirse. Aquí, la muerte toma dimensiones particulares: un descanso, una despedida, un alivio, una condena, un silencio.
Es curioso saber que, después de tantos años, el 18 de marzo de 2021 el Congreso de Diputados de España aprobó la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia y el 25 de junio de ese mismo año entró en vigor dicha ley despenalizando la muerte asistida en algunas circunstancias. En Latinoamérica el único país donde es legal la eutanasia es en Colombia y, sin embargo, dicha ley aún tiene trabas y obstáculos. El más reciente caso es el de Martha Sepúlveda, quien sufría de ELA y, tras la publicación de un festejo de cumpleaños la EPS decidió suspender su eutanasia al ver “que no estaba tan enferma” como parecía. Después de una ardua lucha legal entre familiares de Sepúlveda y la negación a practicarle la eutanasia, el 8 de enero de 2022 por fin se le práctico la muerte asistida a Sepúlveda, convirtiéndose en un ícono de la muerte digna en Colombia.
Celebraré mi muerte es un testimonio puesto en escena, una invitación para reflexionar sobre la vida y la muerte. Un diálogo entre humanos que saben que a pesar de vivir el día a día siempre se está cerca del descanso en paz y que dicho descanso debería representar la dignidad de años de vida y no de sufrimiento.
Celebraré mi muerte se presenta en el Teatro Picadero viernes 16 y sábado 17 de diciembre a las 22hs y el domingo 18 a las 20:30.
M. Andrea Soto
