Hacer vivir un corazón genera un plano-otro que irrumpe en la ansiedad y la hiperconectividad de nuestra ciudad para, en esa pausa, reparar en los sentimientos humanos desde una perspectiva catalizadora, donde ni lo bucólico, ni el cliché pretenden aparecer, sino, más bien, el análisis y la emoción consciente de cada individuo y de su entorno colectivo.

A medida que ingresamos, los vemos trabajando en la exploración teatral entre ellos. Aún no se entregan por completo al público, pero están atentos a la llegada de los espectadores y sumamente concentrados. Sus vestuarios blancos e intrincados, casi despojados del materialismo; sus miradas y sus parentescos reales; sus voces; sus cantos; sus besos; su evidente y extenso trabajo en el lenguaje físico caracterizan a esta performance y le conceden su propio estilo. Asimismo, la inclusión de actores no profesionales y la apertura de sus espíritus a través de sucesivos relatos personales -o con gran contenido biodramático- componen esta estética.
Es relevante, entonces, el arduo trabajo que subyace al idioma corporal que utilizan y lo atractivo es, en consecuencia, la conjugación que logran entre esta fisicidad y la textualidad, ya que la poesía toma un rol principal a lo largo de gran parte de la función. Al mismo tiempo, vale la pena señalar la búsqueda de la mirada en el público, mientras van presentándose cada uno como una emoción o un estado (la fragilidad, la insatisfacción, etc.) cuyo denominador común es -en mayor o menor medida- el vacío existencial, acompañado de algunas manifestaciones neuróticas, exteriorizadas mediante repeticiones, entre otros recursos.
Es destacable -además de lo mencionado anteriormente- que hayan optado por la tierra como parte de la escenografía, así como la interacción que se efectúa con ella, en tanto que todos ensucian sus pies y a la vez limpian su alma o intentan hacerlo, despojándola de sus tristezas. La inclusión de diversos rangos etarios en elenco es muy acertada y combina perfectamente con los matices elegidos.
Si bien la dramaturgia de Leticia Coronel en Hacer vivir un corazón es inefable, es posible percibir una densidad en las repeticiones físicas (movimientos y gestos) de algunas actrices al principio de la puesta y en el último tramo de la misma, aunque resulten emergentes, naturalmente, de la profundidad de sus permanentes metáforas y del exceso de su corporalidad. Esto no significa, en consecuencia, que exista un abuso ni una mala gestión de los recursos, sino que, dada su elevada calidad, resultaría necesario mesurar los mismos hacia el final de la función.
Así como fuimos recibidos con el eco del elenco extasiado de adrenalina, gritando y liberando la cantidad justa de tensiones previas a la acción, nos retiramos con la intensidad emanada de esta conferencia performática. Bajo el mismo nivel de energía permanecimos, por tiempo indeterminado, hondamente atravesados por sus temas arquetípicos, reconocibles y prodigiosamente trabajados, a tal punto de arribar a la afectación individual.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Dramaturgia: Leticia Coronel
Intérpretes: Eduardo Coronel, Leticia Coronel, Matías D’alessandro, Adriana Sardone, Julian Vila Graca, Anastasia Villan
Movimiento: Maira Annoni
Escenografía: Uriel Cistaro
Diseño de vestuario: Uriel Cistaro
Realización escenográfica: Agustina Reinoso
Creación Escénica: Maira Annoni, Eduardo Coronel, Leticia Coronel, Matías D’alessandro, Adriana Sardone, Julian Vila Graca, Anastasia Villan
Diseño De Iluminación: José Binetti
Fotografía: Valentín Coronel
Asistencia de dirección: Anastasia Villan
Asistencia De Escenas: Maira Annoni
Producción ejecutiva: Gisela Cantero
Producción general: Grupo Rojo
Dirección de arte: Uriel Cistro
Co-producción: Fundación Cazadores
Dirección general: Leticia Coronel
Agradecimientos: Sergio Borenstein, Florence Duprat, Andrés Gallina, María Luisa López De Ferreiro, Sebastián Piasek, Sala Saavedra
Ornella Marando
