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Crítica: La Fundación dirigida por Federico Nanyo

Written by: Ana García
Last updated: 11 de noviembre de 2022
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La fundación es una obra escrita por Susana Torres Molina estrenada en septiembre de este año bajo la dirección de Federico Nanyo, con las actuaciones de Sofía Gonzales, Merceditas Elordi, Ángel Blanco y Alejandro Botto. La pieza se sitúa en la dictadura donde una pareja joven, conformada por Marta y Pedro, deciden empezar el trámite para adoptar un hijo. Para ello el tío de Pedro los contacta con La Fundación, un lugar católico que se encarga de seleccionar a los padres y a los niños que pueden ser adoptados, todo, bajo la dirección del doctor Palacios Lynch.

Torres recrea un lugar con “buenas intenciones” para desmenuzar todo el conflicto social que hay detrás. Durante la trama, lo que parece un simple papeleo de adopción, termina siendo un reclutamiento pasivo-agresivo donde los personajes deben ceder ante la mirada interrogante del Dr. Palacios. La estrategia y constantes preguntas con el único objetivo de lograr la adopción terminan siendo un acorralamiento a una pareja que, sin saberlo, termina viéndose obligada a delatar y/o sugerir cosas de un personaje externo. Así, lentamente, empiezan a caer en la trampa y a volverse parte de la organización, cuando descubren esto ya no hay vuelta atrás.

La obra comienza con una pareja sentada de extremo a extremo en un gran escritorio blanco. Detrás, en el tercer plano, hay un archivo donde están todos los documentos, fichas y demás información que maneja la Fundación. La escenografía a cargo de Ariel Vaccaro y el vestuario diseñado por Alejandra Robotti permiten hacer una posible deducción sobre la elección de colores a base de negro y blanco, asumiendo una postura que podría redefinir toda la pieza: estás de un lado o estás del otro, a favor o en contra. La única pieza de la escenografía que tiene un color diferente es el archivador gris, en el cual, si se dimensiona un poco, podría sugerir el artículo número 14 de El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el cual dice: toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley. Sin embargo, en la dramaturgia aplica de otra manera, cambiando el orden de las palabras, es así como toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su culpabilidad mientras no se pruebe su inocencia conforme a la ley. En la obra, el archivador representa la lista de espera tanto de padres como de hijos para ser adoptados, pero también, conforme al texto, representa la “duda” direccionada a la certeza que sobre los padres tenga la organización gubernamental de acuerdo con los fines políticos de la dictadura.

El diseño de luces a cargo de Paula Fraga a base de pares color ámbar, luces ambientes y una barra de contras led blanco hacen la ilusión de una oficina del Estado. Aunque, al estar dirigidas sobre el espectador -me refiero a las luces de la barra del tercer plano-, generan un rebote por los elementos blancos en escena, esto, impacta la vista de los espectadores, que sí bien, podría interpretarse como un interrogatorio al público también podría generar incomodidad a la vista por el uso excesivo de blancos.

Sobre el ritmo

Cabe destacar las actuaciones ligadas a la naturalidad y organicidad que emplea el elenco. El pensamiento, la pausa, el mirar a los ojos para enviar el texto y esperar la reacción están logrados. Casi que, al final, se siente un momento de tensión al dar la resolución de la obra. Sin embargo, sería necesario precisar el ritmo de la puesta y sobre todo el antes y después del conflicto central: descubrir la mentira piadosa por el miedo impotente que genera la misma Fundación y por el gran objetivo tanto de Marta como de Pedro de ser padres. Este clímax no logra sostenerse porque ambos personajes se mantienen en el mismo tempo-ritmo durante toda la pieza. Hay duda, hay miedo, hay pelea interna, hay tensión y zozobra, pero no hay cambio y al no haber cambio, no se explota el dinamismo que la pieza requiere. Es decir, lo que en un principio fue una duda ingenua se termina convirtiendo en la cruz de ambos personajes, esto podría explotarse más con algunos matices de texto y recordando siempre el objetivo real de cada personaje. La pelea no es solamente una pelea de contraste, de capricho o porque sí, es un anhelo de conformar una familia como sea y, en ese anhelo también hay esperanza, hay complicidad, hay matrimonio y hay amor, hay pareja. Dejar de lado la importancia de esta relación es redundar en el objetivo estético de la pieza: irse a los contrastes de bien o mal, sin entender los matices y el riesgo que genera el hablar, el indagar y sobre todo el confrontar -de manera pasiva-, a una organización que persigue a quienes no están a favor de ella como si fueran criminales. Las actuaciones, por lo tanto, podrían arriesgarse a ver la puesta como un juego de ajedrez, no por el silencio o la concentración, sino por el vértigo, el azar y el disfrute de saber mover una ficha para poder decir Jaque mate.

La Fundación se estrenó en septiembre en el Teatro La Mueca. El pasado 10 de noviembre hicieron la última función de la primera temporada.

M. Andrea Soto

TAGGED:alejandro bottocrítica la fundacióncrítica teatrofederico nanyola fundaciónmerceditas elordisofia gonzalesTeatro buenos aires
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