El pasado 1 de febrero se presentó la obra La última sesión de Freud, una pieza escrita por Mark St. Germain, adaptada y dirigida por Daniel Veronese. Con un elenco conformado por Luis Machín como Sigmund Freud y Javier Lorenzo como C.S. Lewis.

Freud, víctima de un cáncer de paladar, ha invitado a un académico, el señor Lewis, para debatir y reflexionar sobre diferentes temas entre los que se encuentra la existencia de Dios y el significado de la vida. La charla se desarrolla en el despacho del psicoanalista, en medio de la noticia por la cual Inglaterra se sumaría al conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial.
El genio y delicadeza de St. Germain se evidencia en la astucia para generar un conflicto discursivo entre dos grandes pensadores que, en el momento de la acción, viven en carne propia la zozobra de la guerra. A eso se suma la dirección de Veronese, quien logra contraponer bien el problema filosófico planteado por la dramaturgia con la decadencia del ser humano
Más que dos puntos de vistas contrarios
La última sesión de Freud ha tenido diferentes temporadas desde el 2022 y ha sido ganadora de dos Premios Ace 2022-23 por la actuación de Machín y por la dirección de Veronese. A estos galardones se le suman otros como son los Premios Estrella de Mar 2024 y el Premio José María Vilches 2024. Y no era de esperarse menos, los actores logran encarnar dos pensamientos totalmente distintos para generar una obra planteada en confrontaciones filosóficas latentes en la actualidad.
En el caso de Machín, el actor logra compenetrar muy bien el carácter de un personaje inteligente que está agobiado por la decadencia de su corporalidad. Es así como el intérprete modifica su caminar a un ritmo más lento acompañado de un dolor en el interior de su boca que, cada tanto, devela su enfermedad. Adicionalmente, trabaja con los matices de su voz y su temperamento para resaltar los diferentes tipos de relación humana que tiene. Al hablar con su invitado, tiene un grado de sensatez, ironía y gran lucidez para exponer su contrargumento sobre la idea de Dios; en cambio, al hablar con sus familiares por teléfono, sale a relucir un niño en busca de atención. La interpretación de Machín conmueve a tal punto que, en medio del clímax, como espectadores sentimos el dolor que lo aqueja debido a la placa que suplanta su paladar.
Para complementar toda la dinámica actoral, se encuentra el caso de Lorenzo en el personaje de Lewis. La calma, dinámica y compasión por un hombre mucho mayor por él a punto de morir, hace que la interpretación compense equilibradamente el sufrimiento de su compañero de escena. Lorenzo, contrario a Machín, logra construir un ritmo interno de su personaje un poco más acelerado que equilibra con sus pequeñas acciones, como asomarse cada tanto a la ventana o moverse lentamente de la silla al sofá de consulta. La potencia del personaje de Freud no podría darse sin la acción-reacción de un intérprete que escucha y juega en escena como lo hace Lorenzo.
En cuanto a la escenografía de la obra, se puede apreciar el interior naturalista de un consultorio con objetos de relicario, lámparas antiguas, un teléfono que sirve para entender la dinámica familiar del psicoanalista y una radio que ayuda a la progresión de la acción y al contexto en el que se desarrolla el conflicto. A lo anterior, se le suma la ventana en el centro, único elemento totalmente blanco iluminado por una contraluz, que logra generar un cierre final a todo el espectáculo.
La última sesión de Freud se encuentra en temporada en el Teatro El Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857) los sábados y domingos del mes de febrero a las 22hs y 20:30hs.
M. Andrea Soto
