Una mirada al pasado, al encuentro entre colonizadores y tribus indígenas. Dos mujeres de contextos diferentes. Ambas, en un lenguaje incomprensible, se acompañan. Recorren parte de ese mundo nuevo, entre dialectos y señas para volverse traidoras de sus propias culturas, de sus propios contextos. Dos figuras femeninas que se niegan a ser separadas. Caminan de la mano por el idioma incomprensible del amor y la pasión.

Las cautivas es una obra escrita y dirigida por Mariano Tenconi Blanco, hace parte de su tetralogía La saga europea –Las cautivas, Las ciencias naturales, Las invasiones inglesas y Las traducciones-. En la saga explora el tema de la identidad femenina en diferentes contextos colonizados. En esta ocasión, Las cautivas, narra la relación entre una mujer europea y una mujer aborigen. La acción se desarrolla en la pampa argentina donde ambos personajes deben superar diferentes obstáculos, empezando por el principal: su propio lenguaje.
La obra está compuesta por una serie de monólogos intercalados, donde, Celine (Laura Paredes) inicia narrando las acciones que tienen sobre su gente un grupo de indígenas que, al defenderse, han ganado y toman de prisioneros al grupo europeo. Durante este primer monólogo Tenconi explora el punto de vista de la mujer blanca en tierra de “indios”. La ingenuidad, el racismo y la repulsión salen a luz a tal grado, que, muchas personas podrían catalogar el propio texto de racista. Sin embargo, es cuestión de darle tiempo para su desarrollo y entender el progreso de las protagonistas. Este primer fragmento de la obra es una especie de presentación del personaje, su mirada infantil sobre la barbarie, pues, en la misma narración de Celine se describe un intento de violación.
La otra mujer, Rosalina (Lorena Vega) se presenta en el siguiente monólogo. Ella ha sido mencionada por Celine como la mujer que quita al hombre de encima de ella, es decir, quien la salva de ser violada. Rosalina representa el punto de vista aborigen, aquel que escucha en la naturaleza los pasos a seguir, el cuidado y la alimentación. Este personaje es quien impregna todo el conjunto dramático de poética, pues su apreciación del mundo es sensible y solemne. Es una mujer que se rebela contra su propia tribu para salvar la amenaza, a quién ella llama “La elegida”. Es así como durante toda la pieza se reconoce a Celine como La elegida y a Rosalina como La mensajera.
La base de Las cautivas es la palabra, toda la acción recae sobre los monólogos donde cada actriz está sola en el escenario narrando un nuevo suceso. A simple vista, podría verse como una estrategia inteligente para montar una obra, pues, al no estar presentes ambas actrices, el proceso de montaje pudo ser más sencillo. Sin embargo, esta división del parlamento entre dos mujeres que caminan juntas y solo logran estar unidas al final tiene una potencia interesante: son dos puntos de vista intentando comunicarse entre un lenguaje ajeno a ellas. El corporal y el sensorial. El ingenio de Tenconi va más allá de solo proponer una secuencia de monólogos, la construcción de los textos de cada protagonista adquiere mayor fuerza, no solo por la interpretación, sino por su mismo contenido. Es así como Celine habla en verso y logra describir aberraciones, luchas y enfermedades desde el mismo, dándole un toque cómico a toda la pieza. Del otro lado, se encuentra Rosalina, la encargada de explotar la poética de la obra, no sólo por el trabajo vocal de Vega, sino por las imágenes que logra construir en cada intervención.
El trabajo actoral de ambas mujeres es equilibrado, pues, logra la ecuanimidad entre monólogo y monólogo, Logrando en el espectador la risa, la repulsión y la impotencia. Paredes logra darle un toque cómico a su personaje desde la ingenuidad, al principio se muestra como una mujer ingenua y algo tonta para convertirse hacia el final de la pieza, en una mujer emancipada de su propio colonialismo. Es de resaltar el trabajo que Paredes hace para manejar la métrica del verso y huir del sonsonete haciendo uso de las pausas, del trabajo de imágenes, del cierre de las frases al finalizar una rima para abrir los textos y resonar en la audiencia. A esto se le suma el trabajo impecable de Vega, la fuerza de la voz, su mirada, cada movimiento que hace termina siendo un homenaje a los pueblos aborígenes. Una actriz con un talento capaz de modificar su voz de manera sutil para convertirse en una mujer fuerte, de carácter, una verdadera Mensajera, capaz de trasmitir la potencia de cada frase dibujando en el espacio cada suceso. Una actriz que logra, desde el simple hecho de mirar, conmover.
La escenografía (Rodrigo González Garillo) simula un teatrino móvil, donde un recuadro de fondo va cambiando su imagen de manera artesanal: tanto Vega como Paredes se turnan para mover las poleas y cambiar el espacio donde se encuentran. La escenografía acompaña la trama de travesía, simula el camino de ambas protagonistas y logra el toque poético y de transmigración al final de toda la pieza. En cuanto a la música, el trabajo de Ian Shifres es abrumador, no solo porque está tocando en vivo, sino porque, desde la composición logra resignificar los propios instrumentos, los cuales, simbolizan las mismas protagonistas. El piano europeo y la guitarra aborigen dialogan y acompañan el conflicto de la pieza. Finalmente, el vestuario (Magda Banach) también logra expresar y apoyar las interpretaciones de las actrices. La mensajera está rodeada de colores y pieles, mientras que La elegida viste con miriñaque y corset.
La obra logra poner de manifiesto un mensaje conciso respecto a la idea de la pertenencia, la identidad, el adoctrinamiento y la sublevación femenina.
Las cautivas se presenta en agosto los días miércoles a las 20:30hs y los domingos a las 17:30hs en el Teatro Metropolitan Sura (Av. Corrientes 1343).
M. Andrea Soto
