Antes de que el reality show Gran Hermano deslumbrara la pantalla chica argentina existía un libro que narraba cómo era la vida en una sociedad cuya vida transcurre frente a las cámaras.

George Orwell publicó en 1949 la historia de un hombre, Winston Smith, que vive en el año 1984 en una distopía. La sociedad de Winston no es otra que una dictadura por parte de un hombre al que llaman “El gran hermano” que controla la vida de su pueblo con cámaras de videos, discursos de odio y el dominio supremo de los ministerios. Winston no es el típico héroe al que estamos acostumbrados a ver.
No es apuesto, joven, atlético, ni simpático. Es el resultado de años y años viviendo bajo la opresión y el hambre. Trabaja en el Ministerio de la Verdad donde destruye todo fragmento de texto que demuestre las mentiras del gobierno. Sus relaciones personales son pocas y realmente no tiene amigos. La trama nos presenta a Julia, una joven por la que Winston se siente atraído. Su personaje logra sorprenderlo cuando demuestra ser una rebelde que desea tener una relación con el protagonista. Winston se abre a ella y le cuenta sus pensamientos e ideas al mismo tiempo que se acerca a los grupos rebeldes. Esta cercanía le permite aprender de las ideas de los opositores al gobierno y entender mejor la distopía en la que vive. Pero no sólo Winston aprende, nosotros como lectores también. Son muchas las similitudes entre el mundo de Winston y el nuestro. Al igual que él vivimos en una sociedad que busca encubrir aquello que desmienten las palabras de los poderosos, donde los pobres son mayoría pero no reconocen su poder, donde el sexo es criticado y para muchos solo cumple una función reproductiva. Son tantas las similitudes que uno llega a temer que seamos algún día como 1984.
La opresión está siempre vigente. Mientras leemos sentimos aquella asfixia que siente el protagonista todos los días y esperamos el momento en el que se libere. Son pocos los momentos de felicidad de los que somos testigos y los personajes muestran pocas virtudes. Tampoco se puede decir que es un libro de acción o de amor. Si se busca acción al estilo Los juegos del hambre es mejor no leer esta obra. La acción recién transcurre al final. Tampoco la relación de Winston con Julia es de amor. Su conexión es puramente sexual, aunque tiene algunos detalles de cariño en algunos momentos. Es un libro para reflexionar, pero no para divertirse. Personalmente creo que hay grandes obras que logran ambas cosas, razón por la que no le doy un 10. El final, por otro lado, nos deja con un mal sabor de boca que, en lugar de aliviarnos, nos deja sin poder dormir.
Le doy un 6, siendo 6 aceptable.
Belén Cantorna
